jueves, 30 de octubre de 2014

Sobrevivir.




El puñal hendiendo la carne con presteza, su filo hizo sentir como si estuviese atravesando papel. Solo una pequeña resistencia en la empuñadura reveló la verdad. Pronto, la sangre empapo el filo y la mano del agresor, mientras seguían abrazados en mortal amarre. Pronto la victima comenzó a debilitarse, ojos opacados y perdiendo su luz, segundo a segundo, la vida huyendo a raudales por la herida, en el fondo de su conciencia una pequeña luz seguía brillando como una vela en la profundidad de un pozo oscuro.

Venganza clamo su cerebro, gritando desaforado hasta la última fibra. Su cuerpo comprendiendo, desato una oleada de potencia proveniente de la furia que colmaba su pensar, rayando en la locura e irracionalidad. Sus ojos volvieron a la vida, ardiendo en odio y deseos de vivir, inmolando su ser en un grito irracional, sublimando su alma en busca de la fuerza de defender su existencia.

Tomo la muñeca del atacante, la torció con extrema facilidad y retiro el cuchillo de la herida, permitiendo manar la sangre a raudales de la carne hendida. En un súbito impulso primitivo, su cerebro recordó la utilidad de su dentadura y con un movimiento fugaz, hundió los dientes en el pómulo del atacante, destrozándole el rostro, provocando un agudo grito de profundo dolor, retorciéndose dejo caer el puñal, lo cual le permitió tomarlo y abalanzarse raudo sobre el agresor y comenzar una retahíla de puñaladas incesantes, su rostro desencajado, sus ojos despidiendo un brillo maniaco, mientras convertía el cuerpo del enemigo en un amasijo de carne irreconocible, el puñal hendiendo el aire, casi se podía oír el sonido que producía al cortarlo, subía y bajaba implacable e imparable, mientras los transeúntes, pasmados, observaban presos de profunda conmoción la escena primal.


Cuando su  mente se convenció de la muerte del agresor, los brazos se rindieron de ejercer tan tiránica fuerza sobre el cuerpo inerte tendido en el suelo, las piernas cedieron y cayó de rodillas, los ojos volvieron a apagarse, como carbones moribundos de un fuego que poco a poco se apaga. Respiró profundo y escuchó una sirena a la distancia. Agradecido de su cuerpo y de su mente que no se rindieron, sonrió y cerró los ojos, seguro de sobrevivir. 

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