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Las lágrimas siguen cayendo, pero no frenan el vacío que va destajándolo todo, impune va consumiendo lo que creías certero, lo que sentías que habitaba en tu pecho. Un cascaron vacío, hueco, relleno de nada, solo de estériles lagrimas. Pero el sufrimiento, el dolor y la pena no se van, es mas, crecen y se adueñan de todo lo que queda. Al final, la nada reina sobre el inerte e infértil yermo de lo que quedo luego de la desesperanza. Un corazón que ya no lo es, se llevo las risas y la alegría para solo dejarte dolor y lagrimas, lagrimas de sangre, lagrimas de sal. La vida es una cárcel con las puertas abiertas.