sábado, 26 de septiembre de 2009

Lágrimas




Las lágrimas siguen cayendo, pero no frenan el vacío que va destajándolo todo, impune va consumiendo lo que creías certero, lo que sentías que habitaba en tu pecho. Un cascaron vacío, hueco, relleno de nada, solo de estériles lagrimas. Pero el sufrimiento, el dolor y la pena no se van, es mas, crecen y se adueñan de todo lo que queda. Al final, la nada reina sobre el inerte e infértil yermo de lo que quedo luego de la desesperanza. Un corazón que ya no lo es, se llevo las risas y la alegría para solo dejarte dolor y lagrimas, lagrimas de sangre, lagrimas de sal. La vida es una cárcel con las puertas abiertas.

Segundos.


El horizonte me hace compañía, viendo a la gente pasar, absortos. No percibo si no estas, la luz escapa y todo es gris, excepto tu silueta al verte pasar. No hay dolor que duela más que el que siente mi alma. Una mirada, tan resplandeciente como las de antaño, hace parecer que el tiempo por fin nos ha sanado. Una marejada de recuerdos azotando mi conciencia, apretando mi garganta, retorciendo mis entrañas. Solo un instante, a la lejanía, me hundí en tus ojos. Una triste melodía que no sonara jamás.

Y el sol desciende en el horizonte, moribundo da paso a la densa oscuridad, mientras una lágrima va surcando mi mejilla en su caída, acompañada por una leve sonrisa. Es porque durante un breve momento te vi, te recordé, te añore, te ame.

lunes, 21 de septiembre de 2009

Vacuo


Y estaba junto a ti, mirando en la profundidad de tus ojos, observando tu rostro relajado y cubierto de un leve sudor. Tus labios entrecerrados, exhalaban el leve y dulce halito que acompaña a tu respiración. El vaivén de tu pecho al llenarse de aire con cada inhalación. Sonreí, y tu me preguntaste el por que. Te conteste luego de una breve cavilación que sonreía por lo feliz que me sentía, por el amor que me llenaba en ese momento. Me miraste a los ojos como si no me conocieses, y con un suspiro sellaste tus labios en los míos con renovada fuerza. Sentí como te recorría un escalofrío mientras tu lengua jugueteaba en la humedad de mi boca. Te sentiste satisfecha y apoyaste tu rostro contra mi pecho, buscando refugio y tranquilidad. Era una tarde apacible, con un atardecer cobrizo que escapaba de las nubes que intentaban acortar las horas de luz, una de esas tardes que tanto te gustaban cuando mirábamos desnudos por la ventana. Dormías.

La escasa soledad en la que quede hizo despertarse en mí esa extraña sensación que cada vez mas constantemente me invadía en la tranquilidad, cuando mas fluye nuestro pensar. Una oleada de frío que subía por mi garganta, ahogándome, justo donde tenias puesta tu frente. No estaba ahí, desde meses que no había mas que un caparazón que decía, hacia y pretendía sentir. Ahogado en recuerdos dolosos, que me atormentaban confundiéndome y alterando mi conciencia, empecé a odiar tu presencia, el olor de tus cabellos me intoxicaba y me apresaba. La cabeza me daba vueltas en una vorágine de imágenes, olores y sonidos. Las heridas que intente por la fuerza sanar para darte mi corazón no hicieron más que terminar de mellar mi sentir. Mi alma se convirtió en un recuerdo de quien fui, todas mis emociones se convirtieron solo en una farsa, una que ni siquiera el más capaz de los actores podría recrear sobre las maderas de sus escenarios. Estaba vacío, cual cascaron desechado quede yo, pero lo que fui se pudrió bajo fútiles esfuerzo por sanar un corazón atormentado, destrozado y arrancado de cuajo.

Debes de haber despertado varias horas después, pues luego de hacer el amor siempre te gusto dormir sobre mi pecho, te sentías protegida. Te debe haber extrañado el no verme y que luego de revisar la casa, no encontraras nada mío, ni la más pequeña de las pertenencias. Supongo que lloraste y que llamaste a todos quienes nos conocen, preguntando por mi, desesperada sin entender que paso, que hiciste, que dijiste, que salio mal. Debes haber pasado en vela toda la noche lamentando mi extraña desaparición, esperando que al amanecer, mi figura se recortara contra el marco de la puerta de tu habitación. Debes de haber soñado con mis caricias, mi cuerpo sobre el tuyo, mis besos y cada pequeño detalle de todo el tiempo que habíamos pasado juntos. Tal vez no sentiste nada más que alivio, y solo quiero pensar que sufriste como lo hice yo durante tanto tiempo a tu lado, prisionero por propia voluntad. Tal vez esperaba una justa retribución, nimiedades de un ridículo farsante.

Al final nada de esto importa, mientras camino por calles y mas calles sin rumbo, sonrío presa de una profunda tranquilidad, sintiéndome libre al fin, como si el peso del mundo hubiese sido removido de mis hombros. La gente se sorprende al verme reír a carcajadas como si estuviese embriagado de la más profunda felicidad, se equivocan tan rotundamente!

No es por amor, sonrío porque te desprecio.