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Una fuerte luz lo despertó del ensueño, manchadas las manos con la evidencia de su acto. No entendía que había pasado; soñó ser otro, creyó ser otro, hizo cosas que el otro habría hecho. Ahí fue cuando la miro, tendida en el suelo, cubierta en su propia sangre, veinticinco veces el mato, Veinticinco veces se mato. No comprendía como lo había hecho, aun pensaba que era inocente pero en Su fuero interno sabia que si era el culpable. Entonces fue cuando lo escucho: -¿por que te culpas? lo merecía, Merecía lo que le paso, lo que le hice.
¿No era esto lo que querías?, lo hice por ti, por mí, por nosotros.
No entendía como era capaz de pensar algo así, de que su propia mente quisiera destruir lo que mas amaba, pero aun así lo hizo. Sentía el suave regocijo de la sangre, su calor. Algo despertó en su interior, se acerco la mano cubierta en el líquido marrón a la boca y lo saboreo. Extrañamente dulce, extrañamente atrayente.
¿Todo cambiaría? sí, se contesto a si mismo. De ahora en adelante su efímera existencia, su rutina diaria, su completa esclavitud a un mundo que cada día se volvía más ajeno no seria lo principal que guiara sus inútiles pasos y le diera algo de sentido a su frágil respirar. Era algo completamente instintivo, un sentimiento único, nuevo, proporcionado por el goce de lo bestial y animal.